lunes, 8 de octubre de 2007

Isabel Garzón Guadaño


"Sueños, amor y vida" es el primer libro de una poetisa nacida en el pueblo serrano de Manzanares el Real (Madrid) pero vecina, desde hace más de medio siglo, de la cercana localidad de El Boalo (Madrid) situada a las faldas de la Sierra de los Porrones presidida por la cumbre de la Maliciosa (2.227 nits). Este libro constituye un homenaje a la autora quien, ya casi octogenaria, es muy querida entre sus convecinos.

El libro se compone de dos partes: la primera, dedicada al relato, tiene una doble finalidad. En primer lugar, para narrar sobre la amistad de la autora con la escritora Carmen Martín Gaite la cual, aunque nacida en Salamanca, sigue teniendo su casa familiar en El Boalo. Tanto Isabel como su hermana Carmen eran muy amigas de Carmiña y lo siguen siendo de la hermana de la escritora, Ana María. Para este primer objetivo hemos tomado como base los comentarios y escritos de la autora en las diversas ediciones que del Certamen Literario de Narrativa Corta "Carmen Martín Gaite" se realiza en el municipio. En segundo lugar, para recuperar un Cuento de Navidad, tal y como recuerda la autora, lo narraba su padre.

En la segunda parte se recopilan poesías que la autora ha ido componiendo a lo largo de su vida, incluyéndose además varias poesías de su hermana Carmen Garzón. Los versos de la autora denotan una frescura salida del sentimiento, de lo más hondo del alma que goza ante lo bello y sublime de la vida. Son poesías de agradecimiento ante los hechos cotidianos de la vida, de alabanzas ante la belleza de la Naturaleza y a los pueblos que la vieron nacer y crecer. Las personas mayores son la memoria viva de una historia que no volverá a repetirse. De ahí el interés por conservar su legado para la posteridad.

Isabel Garzón es amante de los paisajes, del embrujo de unas montañas que siguen y acompañan a la autora en su caminar diario. Desde Arroyo Herrero hasta la mole pétrea de El Yelmo, que con sus 1.714 metros de altitud domina buena parte de La Pedriza, tal y como lo explica la poetisa:

«Suelo ir a pasear por el atajo que va de Manzanares, al que yo llamo Arroyo Herrero, delimitado en su margen izquierdo por una tapia prehistórica hecha piedra sobre piedra, toda llena de zarzas y tras ella un prado que sube hasta la colina. El prado esta poblado de vacas bravas que descansan a la sombra de algunos árboles y que nos miran con ojos tristes a los que transitamos por el camino. Según vas subiendo, la panorámica va ampliándose y a la salida del sol aún se aprecia mejor el resplandor de la Pedriza, la Maliciosa y todos los demás picos.
A la caída de la tarde, desde la terraza de mi casa contemplo la noche que llega despacio y el día que acaba. En este crepúsculo tan largo del verano se hace un silencio y veo cómo la sierra va cambiando de colores que nunca se repiten; cada tarde para mí son distintos y os digo que al arco iris le faltan colores: todos los de nuestras montañas al atardecer. La Maliciosa tras un telón transparente de gris‑azul que la envuelve en misterio. Esta montaña tan seria de día, al llegar la noche la luna le quita su velo y ella muestra la parte más bella de su anatomía. ¡Quién nos asegura que los picos de la Pedriza que se recortan sobre el cielo no son precisamente príncipes enamorados que quedaron petrificados a lo largo de los tiempos ante tanta belleza!. ¡Y el Yelmo, creo yo, es uno de esos príncipes que desde muy pequeña me tiene a mí enamorada!. Cuando camino hoy [ ... 1 por el paseo que va de El Boalo a la Ermita, en esa bajada se va ocultando hasta que se esconde bajo los pinos y las jaras como si jugase conmigo al escondite».

Deseamos que las páginas que siguen embauquen al lector en una travesía de gratitud, buen hacer y amistad escrita en prosa y verso. Gratitud de la autora ante la vida, a pesar de su dureza, ante la amistad, ante sus hijas y nietas, ante los detalles más grandes y más pequeños de su existencia. La autora, que ha vivido tantos avatares, conserva la ilusión del primer día en el que escribió su primer verso en su casa pétrea de El Boalo. Un hogar tan lleno de unos recuerdos que permanecen para siempre en su memoria y en la de sus seres queridos. Unos recuerdos que permanecen indelebles en su mente.

José Manuel Saiz Álvarez